martes, 29 de julio de 2014

Los nombres en inglés de los chinos

Muchos jóvenes chinos tienen, aparte de su nombre chino, que es el que sale en su documento de identidad, un nombre en inglés. Lo eligen (o lo elige por ellos el profesor) cuando empiezan a estudiar inglés, ya que supuestamente los nombres chinos son tan complicados de pronunciar para los extranjeros que es mejor ahorrarles el esfuerzo. Pero los chinos no son los únicos que hacen esto, los estudiantes extranjeros que vienen a estudiar a China también se ponen un nombre chino, porque los chinos son incapaces de recordar un nombre extranjero.

Elegir un nombre en un idioma que no es el tuyo puede ser una tarea complicada. En cada cultura hay unas determinadas normas para la elección de un nombre propio. Por ejemplo, en España solemos elegir un nombre del santoral, casi nadie se inventa un nombre completamente nuevo y se lo pone a su hijo. En Filipinas sí hay mucha gente que se inventa los nombres (mítico es el caso de la conocida de un amigo que se llama Mary Christmas Aguinaldo (Aguinaldo es el apellido), hay que ser muy genio).

¿Y cómo se eligen los nombres propios en China? Aquí no hay santoral ni nada parecido, así que los padres eligen uno o dos caracteres que combinen bien, tengan un significado que les guste y además que queden bien con el apellido. ¿Suena fácil? Pues no lo es. Hay gente que se dedica profesionalmente a elegir nombres  de buenos auspicios y los padres pagan por ello. Incluso el tono que tengan los caracteres influye, una profesora de etimología que tuve en Beijing nos contó que ella a su hijo no le pondría en el nombre un caracter con el cuarto tono, que es descendente, porque entonces el hijo tendría una suerte descendente en la vida.

Un problema añadido es que, al ser tantos chinos, es difícil evitar que haya otras personas que se llamen como tú. La cosa se agrava si tenemos en cuenta que en China hay muy pocos apellidos (en Wikipedia está la lista de los 100 apellidos más comunes, que suponen el 85% de la población). Ahora está de moda ser único y original, así que los padres chinos tienen que estrujarse el coco buscando caracteres extraños para que su bebé no se llame como nadie más. Se da el caso de gente que tiene caracteres tan raros en su nombre que no se pueden escribir en el ordenador.

Pero bueno, estábamos hablando de los nombres en inglés que se ponen los chinos. Estos nombres no solo los utilizan durante su época de estudiantes, sino que también los usan cuando empiezan a trabajar. Incluso en las empresas estatales chinas a la gente le gusta utilizar su nombre en inglés como dirección y firma de los emails. Y también se lo ponen en las tarjetas de visita (las tarjetas de visita chinas tienen dos caras, una en chino y una en inglés).

Algunos de estos chinos no prestaron mucha atención en sus clases de inglés, o no tuvieron más contacto con el idioma más allá del colegio. Esto hace que elijan nombres digamos... un tanto peculiares. He aquí los nombres ingleses más extraños con los que me he topado:

- Banana. Banana en realidad pretendía ser un nombre español. Era de un chica china que estudiaba en mi universidad y quería hacer intercambio de idiomas. Anna y yo intentamos convencerla de que se cambiara el nombre, pero no hubo manera. Aparte de la cancioncita "el único fruto del amor es la banana", que Anna no podía dejar de cantar, banana también se usa para designar a una persona que parece china (amarilla) por fuera pero en realidad por dentro es blanca (occidental), por ejemplo, un chino nacido y criado en Estados Unidos.

- Demon. Demon es una chica china que conocí en mi viaje a Taiwan, era la amiga de un amigo. ¿Quién la engañaría para ponerse ese nombre? Nota: ella no hablaba ni una palabra de inglés.

- Calaja. Es un chico que entró hace poco a trabajar en mi empresa. ¿Qué tipo de nombre es Calaja? ¿De dónde leches lo habra sacado?

- Hermit. Hermit era el comercial de una empresa que me mandó un email para ver si hacíamos negocios. No sabía que los ermitaños tuvieran internet, se habrán modernizado.

- Mr. Abalon. Con el mr y todo, así firmaba los emails, debe ser para que se supiera que era un hombre. Mr. Abalon debe ser aficionado a comer marisco, ya que lo único que me parece que puede haber inspirado su nombre es lo que en China llaman 鲍鱼 y traducen como abalone, con e al final.

Yo esto nunca lo he comido en España, no sé cómo se llama en español.

Sobre este tema hay un vídeo de Sexy Beijing, grabado hace mil años, en la prehistoria de youtube.


La presentadora le pregunta a la gente que se cruza por la calle si tienen nombre en inglés o no, y se encuentra con propuestas tan originales como Samanfar ("suena mejor que Samantha") o Smacker. Aparte de por los nombres también está gracioso ver el vídeo porque se ve antiguo ya, aunque solo han pasado 8 años. Aunque hay cosas que no han cambiado en el verano pekinés, como por ejemplo los hombres con las camisetas remangadas enseñando la barriga.

lunes, 21 de julio de 2014

"No le digas a nadie que los has comprado aquí"

Cerca de mi casa hay un mercado de frutas y verduras donde las señoras mayores del barrio van a hacer la compra. Yo a veces también voy; la fruta de los supermercados suele estar bastante mala.

Este mercado tiene dos plantas; en la planta baja están las verduras, las hortalizas y la carne, en el primer piso está la fruta. También hay pequeños puestos con huevos, condimentos, frutos secos...

En mi última visita al mercado fui primero al piso de arriba a comprar fruta: 香蕉 xiangjiao (plátanos), 苹果 pingguo (manzanas, para Nico) y 油桃 youtao (nectarinas). Total: 29 yuanes (3,5 euros). La fruta no es barata en China.

Después fui al piso de abajo y compré 土豆 tudou (patatas) y 四季豆 sijidou (judías verdes). Luego me acordé de que tenía lechuga en la nevera y le pregunté a la verdulera si tenía tomates cherry (en chino los llamo 小番茄 xiao fanqie, tomatitos, no sé si tienen un nombre más oficial). La verdulera me mira con cara suspicaz.

Verdulera: ¿Cuántos quieres?
Yo: No sé, déjame verlos primero.

Los tomates cherry no están expuestos en el mostrador con las demás verduras. Están en una caja de porexpán en un rincón. Los miro y parecen en buen estado.

Verdulera: Es que, en realidad los tomatitos se tienen que comprar en el piso de arriba, donde las frutas. ¿Vas a ir ahora al piso de arriba?
Yo: No, vengo de allí. En mi país los tomatitos se consideran hortalizas y se venden en las verdulerías, no en las fruterías.
Verdulera: Venga, te pongo unos cuantos. Pero no le digas a nadie que te los he vendido yo. Los del piso de arriba se podrían enfadar.

Cuando me tiende mis compras, después de pagar, me dice: "Mete los tomatitos en la bolsa con las otras frutas, para que nadie se entere de que los has comprado aquí".

Foto de la verdulería de un pueblo en Wuyuan.


En China los tomates cherry se consideran una fruta y en muchos restaurantes los ponen como postre, junto con naranjas y sandía.

lunes, 14 de julio de 2014

Reflexiones sobre el mercado inmobiliario

Hoy al volver a casa he visto desde el autobús que varias paradas estaban forradas con un anuncio de una promoción inmobiliaria. Un cartel en color amarillo y rosa, con la foto de un chico vestido muy a la moda (china) y un eslogan que decía: 有房,爱情更甜蜜 (el amor es más dulce cuando tienes un piso). También podrían haber sido más directos y poner algo en plan: "Joven, si no compras un piso te quedarás soltero para toda la vida", porque eso es lo que están insinuando. Parece ser que un requisito indispensable que ponen muchas chicas chinas para casarse es que el pretendiente tenga un piso en propiedad.



En China se construye una barbaridad. Vayas a donde vayas verás andamios por todas partes y edificios que salen como setas tras un día de lluvia. En mi barrio, en todas las calles hay anuncios de nuevos residenciales. En China hay mucha gente, pero... ¿hay gente para tanto piso? Hace unos años se decía que en China había más de 60 millones de apartamentos vacíos. En este otro artículo, más reciente, se habla de 48 millones de viviendas vacías. Por no hablar de Ordos, la ciudad fantasma de Mongolia Interior (seguro que hay más ciudades fantasma en China; Ordos es la más famosa).

A mí lo que me fascina es que todos los chinos que conozco tengan pisos en propiedad. Dice C. que en Suzhou, por nuestro barrio, el metro cuadrado está a 18.000 yuanes (aproximadamente 2.200 euros), y aquí cuando te compras un piso lo que te dan son las 4 paredes, con el cemento mondo y lirondo. El suelo, las conexiones de luz, las tuberías del agua, etc... todo te lo pones tú (y lo pagas aparte, claro). Mis compañeras de oficina ganan unos 6.000 yuanes al mes. Sus maridos no creo que ganen mucho más. ¿De dónde sacan el dinero para comprarse un piso antes de cumplir los 30 años? Incluso una que está soltera se ha comprado un piso ella solita. Vale, todavía lo está pagando.

El año pasado salió una ley por la que quienes tuvieran dos pisos y quisieran vender uno tendrían que pagar unos impuestos bastante elevados. Esto dio lugar a que se multiplicaran los divorcios en las semanas posteriores a la implementación de la ley. Las parejas se divorciaban, cada parte se quedaba con un piso, y así podían vender el piso que no querían sin tener que pagar los impuestos de segunda residencia. Si es que los chinos tienen soluciones para todo.

miércoles, 9 de julio de 2014

Fin de semana en Hangzhou

El fin de semana pasado fuimos a Hangzhou. La excusa oficial era acompañar a Jorge, un amigo al que conocí cuando estudiaba en Granada y que ha estado unas semanas en Shanghai por trabajo, pero la verdad es que yo necesito pocas razones para echarme a la carretera. También vinieron Kathy y Rex, mis ex compis de piso de cuando vivía en Shanghai, y John, el hijo de la ex de C.

La pandilla maravilla al completo.

Hangzhou está a unas dos horas de Suzhou. Llegamos el sábado por la mañana y después de comer fuimos a visitar el templo Lingyin, pero nos encantamos viendo las esculturas budistas de la colina que hay al lado y nos cerraron el templo. La colina se llama 飞来峰 o "el pico que vino volando"; la leyenda dice que llegó volando de India, no sé muy bien cómo. El caso es que tiene un montón de figuras budistas esculpidas en sus laderas y en sus cuevas.




Para ir al templo Lingyin nos montamos en la línea 7 del autobús urbano de Hangzhou. A la vuelta, la cola para el autobús era kilométrica y conseguir un taxi era misión imposible, así que aceptamos el ofrecimiento de un taxista pirata con una furgoneta que nos bajó a Hangzhou. Al arrancar nos dijo: Os voy a llevar por otra ruta, es que un autobús ha salido ardiendo y el centro está colapsado. Adivinad qué autobús había salido ardiendo. Sí, la línea 7 del autobús urbano. La que habíamos cogido dos horas antes. Incendio intencionado.

El domingo fuimos al Lago del Oeste (西湖), lugar popular donde los haya para el turista chino. Estaba hasta la bandera.



Andando y bicicleteando alrededor del lago se nos fue todo el día.





Cuando me subo a una bicicleta automáticamente empiezo a tararear la canción de Verano Azul. ¿Le pasa a alguien más? Y lo mejor es que creo que nunca he visto un capítulo de Verano Azul entero.

En el paseo marítimo del lago había algunos abuelos haciendo caligrafía y dibujos con agua y pincel-esponja.




El snack de moda en las orillas del Lago del Oeste: cangrejos rebozados en pinchito.


martes, 1 de julio de 2014

A empujar el autobús

A veces me da por pensar qué es lo más raro que he visto o me ha pasado en China. Y me acuerdo de la anécdota del autobús. No sé si es lo más curioso que he presenciado aquí, pero se me ha quedado grabado.

Cuando todavía vivía en Beijing, una tarde salí de compras con una amiga. Queríamos ir al centro y cogimos un autobús; en aquella época no había ninguna línea de metro que fuera a donde queríamos ir. En el centro de Beijing muchos de los autobuses son en realidad trolebuses y tienen unos cuernos que van enganchados a los cables de la calle. A los 5 minutos de subirnos sonó un pitido y el trolebús se quedó parado en medio de la calle: se había estropeado. Nos esperamos un momento a ver si el conductor era capaz de volverlo a arrancar o no; al ver que no, pensé que nos dirían que nos bajáramos y nos montáramos en el siguiente bus.

Por aquellos entonces, en la mayoría de autobuses, aparte del conductor, había un señor o señora (normalmente señora) que vendía los billetes y controlaba que la gente con tarjeta de transporte "fichara" al subir. Estas señoras tenían un superpoder alucinante: no importaba que el autobús estuviera lleno a reventar o que entraran 30 personas en tromba, ella sabía perfectamente quién había fichado y quién no, y desde una distancia de 10 metros, con un millón de personas apretujadas entre tú y ella, te señalaba con el dedo acusador mientras pegaba un berrido de espanto: "¡Compra el billete!!!".

¿Por dónde íbamos? Ah, sí, se había estropeado el trolebús. Cuando yo ya estaba esperando a que abrieran la puerta para dejarnos coger el siguiente bus, la señora que vendía los billetes gritó: "¡Todos abajo! ¡Vamos a empujar el autobús!". "¿Pero de verdad se cree que alguien se va a poner a empujar el autobús?", pensé yo. Para mi sorpresa, sí. Todo el mundo se bajó del autobús, excepto unas cuantas señoras mayores que se quedaron sentadas, y se puso a empujar. La señora de los billetes gritaba: "A la de una, a la de dos, y a la de tres!", y a la de tres había que pegar el empujón.






Como se puede ver en las fotos, el autobús era de esos dobles. La señora de los billetes decía 加油 (ánimo!) con mucha energía y la gente empujaba con todas sus ganas, pero evidentemente aquello no se movió ni un milímetro. Finalmente, la señora de los billetes se dio por vencida y nos dijo que nos metiéramos dentro y que vendría a recogernos otro autobús. Y así nos fuimos sin saber qué pasó con el pobre trolebús y la señora de los billetes.