En Qinghua, el pueblo donde nos quedábamos a dormir, había un puente antiguo de no me acuerdo qué dinastía. La Tang, me parece. Estaba reconstruido pero era bonito igual. Y tranquilo.
Bordeando el río sobre el que estaba el puente había bambúes y me sorprendió gratamente que no tuvieran caracteres grabados (los chinos son muy de eso). Vimos un bicho bastante feo que parecía estar momificado sobre el bambú.
¡Qué tranquilidad!
Se podía cruzar el río por unas piedras colocadas al más puro estilo zamburguesas de Humor Amarillo.
En lo alto de una pequeña colina había un mini templo. Los monjes tenían las puertas de las habitaciones abiertas y se les veía tumbados a la bartola (no tengo fotos de eso).
Qué cobarde! No me atreví a cruzar el río. Ciertamente no era profundo. Pero no sabes cómo se movía aquel agua espejo.
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