Ah, las vacaciones nacionales chinas. Ese entrañable momento en el que viajar por China se convierte en un descenso a los infiernos junto a 900 millones de personas más. Los restantes 400 millones deciden no salir de casa, que al menos así no tienen que hacer cola para ir al baño. Y unos pocos afortunados (aunque cada vez más) aprovechan para salir al extranjero, si es que han comprado los billetes con suficientes antelación como para no arruinarse.
Nosotros fuimos a Taiwan. El plan era hacer una ruta por el sur, aunque al final acabamos subiendo a Taipei a visitar a unos amigos. No importa, en Taiwan se va de sur a norte en menos de dos horas, gracias al tren rápido.
Aterrizamos en el aeropuerto de Kaohsiung y allí nos subimos en un autobús rumbo a Kenting, en el extremo más meridional de la isla. El trayecto duró unas dos horas. Íbamos parando en todos los pueblos, que no eran muchos ni muy grandes. Entre pueblo y pueblo estaba oscuro como boca de lobo.
Kenting es conocido porque allí hay un parque natural y porque se rodó una película (
Cape no. 7), que no es muy buena pero parece ser muy popular en China y Taiwan. Así que en Kenting había muchos turistas chinos, muchos más de los que nos encontramos en el resto de sitios que visitamos.
La zona de Kenting comprende varios pueblos cercanos y zonas de naturaleza con diferentes lugares de interés entre ellos. Hay varias líneas de autobuses para ir de un sitio a otro pero pasan de higos a brevas y los conductores son bastante antipáticos (claramente ven que vas corriendo hacia la parada pero pasan de ti y se largan, sabiendo que el próximo autobús no llegará hasta después de una hora). Por tanto los autobuses no son una opción muy realista si se quieren ver varios sitios en el mismo día. Lo mejor es alquilar un taxi y negociar un precio para todo el día con el conductor, o alquilar una moto eléctrica (corriendo el riesgo de quedarte sin batería a mitad de camino). Nosotros fuimos un poco a lo loco y acabamos cogiendo taxis de un sitio a otro en vez de alquilar uno para todo el día.
Nuestra primera parada del día fue Eluanbi, en la puntica de Taiwan según miras el mapa, abajo a la derecha. Allí hay un parque con jungla, costa y faro, todo en uno. A la entrada te recibe este simpático aviso:
Y cuando entras, la cosa es tal que así.
Serpientes no vimos ninguna, pero sí una lagartija intentando pasar desapercibida, una araña del tamaño de mi mano extendida (la más grande que he visto en mi vida) y unas ardillas muy escandalosas. El camino llegaba hasta la playa, que no era de arena sino de rocas y coral y no se podía pisar, así que se andaba por una pasarela de madera. En este parque también hay un faro construido durante la dinastía Qing, tras el naufragio de varios barcos en la zona.
A la hora de comer seguimos el consejo de un taxista que nos recogió en la carretera y nos llevó a una lonja que había por allí cerca. Estaba a reventar de gente, pero conseguimos mesa. Un sashimi recién pescao, oiga, y baratísimo.
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Creo que al cambio eran 40 RMB este plataco. 5 euros. |
Como hacía mucho calor, después de comer nos fuimos a la playa. Creo que era la peor playa de la zona, no estaba muy bien. El agua estaba clarísima, muy limpia, pero había tractores aparcados en el medio de la arena, las motos de agua pasando a toda leche a 20 cm de los bañistas... Muy chino todo. Al caer la tarde empezó a llegar la marabunta de chinos que querían hacer actividades acuáticas sin que les diera mucho el sol.
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Puesta de sol. Las dos bolas que se ven en el horizonte son parte de una central nuclear. No vi ningún pez mutante. |
¿Y para cenar? Pues, por supuesto, había que ir al mercado nocturno a probar la
comida callejera.
¡Nuestras aventuras taiwanesas continuarán en el próximo episodio: Taipei, en el que subimos y bajamos una montaña, volvemos a ir a la playa y me monto en una noria por primera vez en mi vida!
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Esperando el bus para ir a la estación de tren de Kaohsiung. |