¡Pues ya estoy de vuelta en Suzhou! Creo que ya se me ha pasado el jet lag y ahora tengo que ir mentalizándome para empezar a buscar trabajo, aunque no creo que empiece en serio hasta que no vuelva de Taiwan (nos vamos allí del 1 al 7 de octubre). Y llevo unos días pensando en cosas a las que terminas acostumbrándote cuando vives en China. Como por ejemplo...
- Comer arroz todos los días.
Cada vez que vuelvo a España mucha gente me pregunta: "¿No te aburres de comer arroz todos los días?". La verdad es que ni lo pienso. Simplemente, si comes comida china tiene que estar acompañada de un bol de arroz, de lo contrario te sientes raro. Yo no llego al extremo de algunos chinos, que dicen que si no comen arroz es como si no hubieran comido, pero para acompañar está bien, sobre todo cuando te ponen muchos platos con salsas aceitosas.
También es cierto que en muchos restaurantes medio finos el arroz ya se ve como algo vulgar; en ese tipo de sitios se come sin arroz y tampoco pasa nada (aunque seguro que muchos chinos tradicionales dicen que se quedan con hambre y piden un bol de arroz para rematar la faena).
- La comida picante.
Recuerdo la primera vez que compré un pinchito de carne en un puesto callejero, en mi primera semana en Beijing. Estaba cubierto de un polvillo rojo muy curioso y cuando le di el primer mordisco me salió fuego por la boca. ¿Pero cómo se podían comer eso tan tranquilos? ¡Si picaba como un demonio! Con la ayuda del pollo Gongbao y de la comida coreana fui acostumbrando el paladar a la comida picante y ahora ya puedo con casi todo. Me sigue dando respeto cuando te traen el típico plato de Sichuan en el que solo se ve rojo y sudo por las patillas mientras me lo como, pero me gusta.
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El hot pot picante y el no picante. |
- Beber agua caliente o del tiempo.
Los españoles están acostumbrados a beber agua de la nevera y se quedan ojipláticos cuando van a un restaurante en China y les ponen un vaso de agua humeante (sin té ni nada). Al principio a mí también me daba fatiga, beber agua caliente a palo seco es demasiado raro, pero después de un tiempo me acostumbré. Ahora soy incapaz de beber agua de la nevera, me duelen los dientes y todo. La prefiero del tiempo, aunque sea verano.
- Las preguntas personales.
La primera vez que un taxista pekinés te pregunta cuánto gana tu padre (la pregunta original era cuánto ganaba yo, pero en aquel momento yo no trabajaba) la situación te parece un poco violenta. Pero será cotilla este hombre, ¿a él qué le importa? Ocho años después, cuando el vigilante de tu residencial te pregunta que cuándo te vas a casar y a comprar un piso, que ya tienes una edad, sonríes y dices "Ya veremos". Qué vas a hacer, ellos son así y así seguirán, nunca cambiarán.
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Estos niños se acaban de enterar de que todavía no me he casado. |
- Salir a la calle en pijama.
Esto no lo vi apenas en Beijing, así que cuando me mudé a Shanghai me sorprendió ver a tanta gente por la calle en pijama. ¿Pero estos no eran los más glamourosos de China? ¡Pues vaya timo! ¿Cómo se atreven a salir así? He de confesar que en la actualidad paseo a Nico en pijama todas las noches (en mi defensa he de decir que no es un pijama que use para dormir, es solo el pijama de estar por casa).
- Los baños públicos.
Bueno, no creo que nunca nadie pueda acostumbrarse al olor de un baño público chino. Es difícil de explicar si nunca se ha estado en uno, pero huele como pises fosilizados de la prehistoria en un lugar que nunca ha conocido lo que es el desinfectante o la lejía. Simplemente aprendes a soportarlo durante unos segundos y salir corriendo de allí lo antes que puedas!
¿Se os ocurre alguna otra cosa? Seguro que me he dejado un montón en el tintero.