El jueves por la tarde Jessica me dijo que al día siguiente quería llevarme a la aduana de Shanghai porque estábamos teniendo problemas para importar unos contenedores. La aduana decía que el precio que habíamos pagado por los productos era demasiado bajo y creía que habíamos hecho algún chanchullo.
Yo le pregunté si el hecho de que yo fuera iba a resultar de ayuda, y me aseguró que sí.
Así que el viernes me tocó levantarme a las 6, ponerme camisa y bolso de señora respetable y salir para Shanghai con Jessica y el chófer. La aduana de Shanghai (bueno, una de ellas porque creo que hay varias) está donde cristo perdió el gorro. A las afueras de Pudong. Vamos, casi fuera del universo conocido.
El sitio era un edificio muy alto en medio del campo, con salas enormes, mucha gente esperando no se sabe muy bien qué y mostradores donde no parecía que hubiera nadie trabajando.
Al llegar Jessica saludó a unas mujeres que eran las que nos tramitan la importación de contenedores. Nosotros no podemos comunicarnos directamente con la aduana.
Mi trabajo allí consistió en sentarme en una silla y enredar con el móvil. Tanto tiempo que me bajé Mansfield Park de Jane Austen y me leí 4 o 5 capítulos. Luego invitamos a comer a las señoras que nos tramitan las importaciones. La que parecía la jefa no paraba de hablar ni un momento.
Después de comer nos sentamos a esperar otra vez. Al cabo del rato Jessica me dijo que ya nos podíamos ir.
"¿Ha servido para algo que haya venido yo?", le pregunté.
"Claro! Como has venido tú, una extranjera, han pensado que debía ser un asunto muy importante, y en este rato han hecho lo que normalmente tardan 2 días en tramitar".
Por cierto, la aduana estaba al lado de la zona de libre comercio donde decían que se iba a poder entrar a facebook, twitter y youtube pero al final no.
Yo le pregunté si el hecho de que yo fuera iba a resultar de ayuda, y me aseguró que sí.
Así que el viernes me tocó levantarme a las 6, ponerme camisa y bolso de señora respetable y salir para Shanghai con Jessica y el chófer. La aduana de Shanghai (bueno, una de ellas porque creo que hay varias) está donde cristo perdió el gorro. A las afueras de Pudong. Vamos, casi fuera del universo conocido.
El sitio era un edificio muy alto en medio del campo, con salas enormes, mucha gente esperando no se sabe muy bien qué y mostradores donde no parecía que hubiera nadie trabajando.
Al llegar Jessica saludó a unas mujeres que eran las que nos tramitan la importación de contenedores. Nosotros no podemos comunicarnos directamente con la aduana.
Mi trabajo allí consistió en sentarme en una silla y enredar con el móvil. Tanto tiempo que me bajé Mansfield Park de Jane Austen y me leí 4 o 5 capítulos. Luego invitamos a comer a las señoras que nos tramitan las importaciones. La que parecía la jefa no paraba de hablar ni un momento.
Después de comer nos sentamos a esperar otra vez. Al cabo del rato Jessica me dijo que ya nos podíamos ir.
"¿Ha servido para algo que haya venido yo?", le pregunté.
"Claro! Como has venido tú, una extranjera, han pensado que debía ser un asunto muy importante, y en este rato han hecho lo que normalmente tardan 2 días en tramitar".
Por cierto, la aduana estaba al lado de la zona de libre comercio donde decían que se iba a poder entrar a facebook, twitter y youtube pero al final no.