jueves, 27 de febrero de 2014

Baozis monísimos


Y como toda la comida mona, hubiera sido mejor dejarlos de adorno. Dentro tenían una pasta amarilla dulzona que no sé muy bien si era crema o qué.

domingo, 23 de febrero de 2014

Viaje al pasado I: Datong, Pingyao y Xi'an

Como esta semana no tengo nada reseñable que contar he pensado escribir una serie de entradas sobre los viajes por China de los que no he hablado en el blog. El invitado de hoy es uno de los primeros viajes que hice por China: Datong, Pingyao y Xi'an, en enero de 2008. Fuimos en tren, saliendo desde Beijing. Era la primera vez que yo viajaba en plan mochilero.
1=Datong, 2=Pingyao, 3=Xi'an. Más o menos.

El viaje no empezó muy bien. Primero, para comprar los billetes de tren tuve que hacer cola en la calle a 7 grados bajo cero durante una hora (era justo antes del Año Nuevo Chino). Segundo, el día de la partida, al llegar a la estación de tren, comprobamos con horror que nos habíamos equivocado de estación. ¡Pero quién les mandará construir varias estaciones de tren en la misma ciudad! Llegamos a la estación correcta dos minutos después de la hora de salida del tren marcada en el billete. Afortunadamente el tren se retrasó dos horas. Es la única vez que yo he visto que se haya retrasado un tren en China. Al lado de la definición de potra en el diccionario hay una foto nuestra.

El tren Beijing-Datong fueron 8 interminables horas de estar sentados en asientos duros como tablas y apretujados como sardinas en lata. Recuerdo a la gente hablando en un dialecto extraño del que no se entendía nada y a un niño que tenía las orejas muy cochinas, negras de mugre. Cuando llegamos a Datong ya era de noche y estaba nevando. Nos quedamos en un hotel al lado de la estación. No había reservado hostal por anticipado, cosa rara en mí, fanática de la planificación.

Al día siguiente contratamos un taxista para que nos llevara a ver lo más destacado de la zona: las cuevas budistas de Yungang y el monasterio colgante, a unos cuantos kilómetros de la ciudad.
Al llegar a las cuevas nos dimos cuenta de que, otra vez, habíamos tenido una suerte increíble. No había nadie, probablemente debido a que hacía muchos grados bajo cero. Teníamos las cuevas para nosotros. Esto de ir a un sitio turístico y que no haya nadie es algo que no se ha vuelto a repetir en mis años en China. Definitivamente, aquellos días los planetas estaban alineados o algo.

Las cuevas budistas de Yungang son, todavía, seis años después, probablemente el sitio más chulo que yo haya visto en China. Gracias al curso de historia china que estoy haciendo en EdX, ahora sé que se construyeron durante los siglos V y VI y que fueron la forma del gobierno de pedir perdón por haber intentando eliminar el budismo de China (intento que, por cierto, se volvería a repetir varias veces en siglos posteriores). La wikipedia dice que allí hay en total más de 50.000 figuras esculpidas en la roca.





El templo colgante también es un sitio increíble y también lo tuvimos para nosotros solos.

Construido en una pared totalmente vertical dios sabe cómo. Todo de madera, el suelo crujía que daba gusto.
No sé cómo no nos despeñamos.


Estos días la temperatura máxima era 7 u 8 grados bajo cero. Lo sé porque le hicimos fotos al cartel con la previsión meteorológica en la recepción del hotel.
Eso de ahí atrás es una cascada congelada.
Aparte de estas dos cosas la ciudad de Datong no tenía nada más que ver, de hecho la recuerdo como una ciudad bastante fea y anodina. Así que nos fuimos a la siguiente parada: Pingyao, previa parada y fonda en Taiyuan ya que no había billetes para Pingyao.

Pingyao es una ciudad que data de las dinastías Ming y Qing e inexplicablemente ha conseguido sobrevivir bastante intacta. Ahora es el escenario de muchas series y películas de época. La parte antigua de la ciudad no es muy grande y la vimos en un día, montados en una bicicletas que nos prestaron. Recuerdo que mientras estaba montada en la bicicleta pasé a unos 10 metros de un niño cagando en la calle, que al verme empezó a chillar HALLO y a saludarme con la mano.

Revisando las fotos del viaje, en verdad casi no tengo ninguna de Pingyao. Tengo que volver.

La tercera parada en el viaje fue Xi'an, ciudad mundialmente conocida por los guerreros de terracotta. Sin embargo, he de confesar que al ver los guerreros me quedé más o menos igual. Quizás porque en la ciudad, y en toda China en realidad, por todas partes puedes ver copias de los guerreros en las puertas de hoteles o restaurantes. Sí, en el yacimiento de Xi'an hay muchos, pero no sé, no me impresionaron tanto como esperaba.

De Xi'an recuerdo que me gustó mucho la ciudad, sobre todo el animado barrio musulmán y un parque con pagodas que se llamaba algo del ganso salvaje. Andar por la muralla también estuvo entretenido. Se puede dar la vuelta completa al centro histórico de la ciudad andando por encima de la muralla (la que se puede ver actualmente se empezó a construir en 1370 y tiene un perímetro de casi 14 kilómetros). También me acuerdo que el hostel donde nos quedamos era muy barato (20 yuanes por noche, cama en habitación para cuatro) y que hicieron una fiesta de hacer dumplings donde participaron todos los hospedados y que luego nos comimos, a pesar de su lamentable aspecto. La masa y el relleno lo habían hecho las cocineras, nosotros solo tuvimos que montar la empanadilla, pero conseguir que un dumpling se quede pegado es una de las tareas más difíciles a las que me he tenido que enfrentar en mi vida.
Estos dumplings tan patéticos seguro que los hice yo.
¿La torre del tambor? ¿O quizás la de la campana? Las dos están en el centro de Xi'an.
La pagoda del ganso salvaje.
Desde Xi'an volvimos a Beijing en el tren nocturno. No sé ni cómo conseguimos billetes. La estación estaba a reventar de gente, las colas llenaban toda la plaza. Esa fue la primera vez en mi vida que yo dije la famosa frase de "No vuelvo a viajar por China durante el año nuevo chino".

domingo, 16 de febrero de 2014

El super karaoke

Ayer por la noche fuimos a la boda de un amigo de C. Más que una boda fue simplemente una cena multitudinaria porque ninguno de los dos es de Suzhou y ya habían hecho las bodas "de verdad" en las ciudades natales de él y de ella. Así que ni estaban los padres de los novios, ni ella llevaba vestido de boda, ni nada. De hecho yo a la novia la recordaba como una chica bastante guapa y cuando llegué anoche al restaurante ni la reconocí. Con un jersey de Mickey Mouse, coleta, gafas... al principio pensé que era alguna amiga que la estaba ayudando a recibir a los invitados mientras ella terminaba de arreglarse, jajaja. Pero no. La novia llevaba un jersey de Mickey Mouse y yo había obligado a C. a ponerse camisa.

Después de la cena fuimos al karaoke y eso es de lo que quería hablar. Como éramos tanta gente nos dieron la habitación más grande: tenía dos teles, un sofá enorme, dos mesas con varios taburetes y ¡micrófono de pie!
¡Como este!
Pero nadie lo utilizó, daba vergüencita. Había también dos micrófonos de los normales.

Yo nunca había estado en una sala tan grande y con tanta gente. Uno de los amigos de C. se vino arriba y pidió 6 cajas de cerveza.
Se pasó un poquito.

No sé si alguna vez os he explicado cómo funciona el karaoke. Es muy sencillo: hay una pantalla táctil en la que puedes elegir la canción que quieras. Puedes buscar por cantante o idioma.


Hay canciones en chino, inglés, japonés, coreano, y algunas sueltas en otros idiomas. En español hay "La bamba", quizás alguna antigua de Julio Iglesias o Mocedades y poco más, aunque depende del karaoke, en Beijing llegué a ver alguna de Mecano. Las canciones se buscan escribiendo la primera letra de cada palabra del título, por ejemplo, si quieres buscar "Mamma Mia" (gran clásico karaokero) tendrás que escribir MM. Este sistema también puede utilizarse para buscar canciones chinas por el pinyin (transcripción fonética) del título.

Una vez seleccionada la canción deseada, ¡a cantar!


Entre la gente con la que estuve ayer había varios representantes de la escena musical suzhounesa y todos cantaban muy bien. Los chinos se toman muy en serio el karaoke.



Otra cosa que se puede hacer, aparte de cantar, es jugar a los dados. El juego que yo sé consiste en apostar cuántos dados habrá con una cifra concreta entre tus dados y los de tus oponentes. Pueden jugar dos o más personas. Por ejemplo: yo miro mis dados y digo: "tres treses". El siguiente tiene que decir un número más alto, ya sea más de tres treses, cuatro doses o tres cuatros. Cuando no crees que sea posible lo que tu contrincante está diciendo (por ejemplo, ha dicho "cinco doses" y yo no tengo ninguno), se levantan los cubiletes y se revela lo que tiene cada uno. El que pierda bebe.
Los unos son comodines.

Y como las veladas en el karaoke pueden ser largas también hay cosas para picar: palomitas, frutos secos, alitas de pollo, patas de gallina... pero lo más típico son las bandejas de fruta como estas.


martes, 11 de febrero de 2014

El absurdo

A la entrada de nuestra fábrica había, desde el principio de los tiempos, un aparcamiento para las motos eléctricas.

El día de la foto hubo una tormenta que daba miedito.

Un día veo que están desmontando el tejadillo del aparcamiento. "¿Qué pasa, vamos a hacer obras?". Pero no, no era cosa nuestra. Resulta que la autoridad competente del polígono industrial se había dado cuenta de que había un aparcamiento cuando según sus planos ahí tenía que haber una zona verde. Así que le habían ordenado al dueño del terreno, nuestro casero, que tenía que derribar el aparcamiento, ya que lo había construido sin pedir permiso.

A los pocos días vino un ejército de señoras mayores a poner láminas de césped (como si fuera una moqueta) en el lugar del antiguo aparcamiento.


Se ve un poco chungamente porque hay un cristal de por medio.
Como el césped que pusieron las señoras era bastante feo y requitoso, y además estaba todo aplastado porque lo habían pisoteado a conciencia para que las láminas se quedara bien fijadas al suelo, yo propuse que plantáramos unos arbolitos o algo.
"No", me contestó Elaine, "si esto solo es para hacer la foto, para que los de la autoridad vean que es una zona verde, y luego hay que pedirles permiso para volver a hacer el aparcamiento". ¿Cómo? No lo he entendido bien. "Sí, el aparcamiento lo han quitado porque se había construido sin pedir permiso, así que han venido a quitarlo y hacer la zona verde, y luego volvemos a hacer el aparcamiento otra vez".

Mi cerebro se negaba a entender la lógica de lo que Elaine me estaba diciendo. Según yo creía, esta historia solo podía tener dos posibles desarrollos:
1. El aparcamiento se ha construido sin permiso, hay que derribarlo (y pagar una multa si procede).
2. El aparcamiento se ha construido sin permiso, podemos aceptar no derribarlo si pagáis una multa.

Pero no, en China existe una tercera opción:
3. Has hecho el aparcamiento sin permiso así que te obligo a derribarlo, me mandas una foto cuando sea una zona verde para demostrármelo, y luego vienes a pedirme permiso. Entonces te dejaré construir el aparcamiento.

Conclusión: hemos tirado abajo el aparcamiento, puesto césped, hecho la foto, solicitado permiso y vuelto a construir el aparcamiento.



Si esta no es la definición perfecta de absurdo no sé cuál puede ser.

sábado, 8 de febrero de 2014

Resumen de las correrías de C. por España

C. vestido de torero.
Y mi padre de sevillana.

C. con Don Quijote y Sancho Panza.



C. disfrazado de cazador.

La primera vez en su vida que tocaba un arma de verdad.

C. enganchándose al Nestea.



C. por duplicado.



C. sufriendo el ataque de un pato enloquecido.


C. volando en la plaza de España de Sevilla.



Y por último, C. poniéndose como el kiko de comida española. Pero de eso no tenemos fotos porque somos unos ansias.

Fin de la breve crónica del viaje de C. por tierras españolas.